Video: “Hay un bebé en el ‘freezer’”, la historia detrás de un vil asesinato

Convicta por matar a su hijo niega ser la responsable

PUERTO RICO – Cuando las vimos por primera vez estaban esposadas, llorosas,  aturdidas. Las mirábamos con horror.  Si nos dejaban, las ejecutábamos sin juicio. 

Recién habían sido acusadas del crimen más horrendo imaginable: asesinar a sus propios hijos.   

Fueron enjuiciadas, sentenciadas y encerradas para siempre en esos almacenes de seres humanos que son las cárceles. Al rato, las olvidamos. Nunca supimos, ni nos interesó averiguar, de dónde venían, cómo llegaron al momento de ese acto tan antinatural, tan inconcebible, tan imposible de entender.  

Quisimos saber. Fuimos al Complejo de Rehabilitación de Mujeres en Bayamón y hablamos con cuatro féminas  convictas por el asesinato de sus propios hijos. 

En una entrevista, ni en muchas, es imposible captar en toda su increíble complejidad una vida. Aquí lo que hay son bocetos de lo que fueron, son y aspiran a ser. Pero ese boceto nos muestra  vidas que habían sido rotas por la fuerza bruta del odio mucho antes de que ellas tuvieran oportunidad de romper alguna otra vida. 

Lo que encontramos ayuda a entender lo que pasó y entendiéndolo se puede, quizás, minimizar las condiciones en las que se fermentaron  estas tragedias tan tremendas.

(Benjamín Torres Gotay)

“Hay un bebé muerto en el ‘freezer’”. La llamada con esa tétrica afirmación fue recibida en el 911 el 18 de diciembre de 2012. La hizo Xiomara Rodríguez. Tenía 24 años y vivía  con un hombre de 43 años cuyo paradero desconocía en ese momento.

Ella no lo dijo en la llamada, pero el bebé muerto, Carlos Humberto Santiago, de cinco meses, era el  menor de sus dos hijos. El pequeño cadáver llevaba cinco días en la nevera. Lo había colocado, por razones que ella dice que no comprendía, José Miranda, el hombre con el que vivía en Puerto Nuevo, San Juan.

Menos de un año después de aquella llamada, Xiomara estaba cumpliendo 99 años de cárcel por la muerte del bebé. Según su propia confesión,  lo atosigó con leche y viandas, lo vio ahogarse en su propio vómito sin impedirlo y, tras la muerte, se acostó a dormir  hasta que al día siguiente ella y Miranda decidieron colocar el cadáver en la nevera mientras trataban de ocultar el crimen.

Ella dice que esa no es la verdad y aquí cuenta públicamente por primera vez su propia versión de esta trágica historia.

Xiomara nació en el Bronx, Nueva York. Pero cuando tenía siete años, su mamá se mudó a Santa Isabel,  huyéndole a una relación abusiva con el padre de Xiomara y sus dos hermanas menores. Pararon en el residencial Rincón Taíno de Santa Isabel con la abuela, donde duraron muy poco. “Mi mamá y mi abuela tenían muchos enfrentamientos”, cuenta Xiomara.

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La madre de Xiomara comenzó una relación sentimental con un hombre que le ofreció una vivienda en el barrio Playita Cortada de Santa Isabel. La residencia, de madera y zinc, no tenía agua ni luz y no estaba en condiciones habitables para nadie, mucho menos para niños. “Para comer, mami conseguía latas de salchicha, latas de espagueti. Nos lo comíamos así, frío”, dice Xiomara.

La madre de Xiomara fue denunciada al Departamento de la Familia (DF), que le removió las niñas por un año. Al cabo de ese periodo, consiguió nueva vivienda y volvieron a vivir juntos en  Playita Cortada.

Pronto hubo un cambio abrupto.

Abandonada por su madre

La madre de Xiomara tenía nueva pareja. Y, según Xiomara, poco a poco fue desconectándose de sus hijas para concentrarse en el marido. “Yo y mis hermanas éramos como un cero a la izquierda”, dice Xiomara.

El nivel de desconexión era tal, cuenta Xiomara, que ella tenía que hacerse cargo de sus hermanas. “No veía bien dejar a mis hermanas solas”, relata Xiomara.

Cuando su madre y su marido no estaban en la calle bebiendo y bailando, estaban encerrados solos en su habitación. Xiomara y sus hermanas, mientras tanto, se criaban prácticamente solas.

Poco a poco, a Xiomara dejó de gustarle estar en su casa. En la calle,  descubrió otras cosas. Empezó a consumir alcohol a los 13 años.  “Al ver que para mami era más importante su pareja, no nosotras, mis hermanas y eso, y ella me dejaba con mis hermanas mientras ella se iba de ‘jangueo’ a beber con su marido, pues yo me molesté mucho”, dice.

Abandonó la escuela en grado diez y se fue a trabajar en las fincas de tomates de Santa Isabel. “Me gustaba más irme de fiesta, comprarme ropa, quería chavos por mí misma, para irme a ‘janguear’”, dice.

Para ese tiempo, estableció una conexión inesperada con su madre. A los 15 años, le confesó que bebía. Contrario a lo que hubiese esperado, la madre no le reprochó, sino lo contrario. “Cuando yo le decía voy  pa’ tal sitio (a beber), me decía ‘espérate’ y se vestía y se iba conmigo”, cuenta Xiomara. “De esa forma yo podía llamar la atención de ella”, agrega.

Al cumplir 18 años, Xiomara se fue a Florida, donde conoció al padre de su hijo mayor, un indocumentado hondureño con el que convivió hasta que este fue arrestado por las autoridades migratorias el mismo día en que ella daba a luz a su hijo mayor. No  ha vuelto a saber nada de él.

Veinte días después de dar a luz, Xiomara estaba en un avión de regreso a Puerto Rico. Trabajando en las fincas de tomates, conoció a un sujeto que le pidió que le cuidara una casa en Guayanilla durante un año, mientras él iba a Estados Unidos.

En Guayanilla, Xiomara se enamoró del padre de Carlos Humberto. Tuvieron una relación “tranquila, normal”, hasta que, estando ella embarazada, él se fue a vivir con otra mujer. Ella regresó con su madre a Santa Isabel, donde dio a luz.

Xiomara cuenta que su mamá seguía bebiendo y que una noche, en ocasión de su cumpleaños, llegó a la casa de madrugada, ebria y desordenando. Xiomara cuenta que le pidió que bajara la voz porque su hijo mayor recién se había dormido. La madre, según Xiomara, le respondió: “si no te gusta sabes que te puedes ir porque esta no es tu casa”.

Al día siguiente, ya sobria, la madre le dio cinco días para que buscara otro sitio donde vivir.

Y así se desató la cadena infernal de eventos que terminó con la trágica muerte de Carlos Humberto.

Una mano “salvadora”

Xiomara conocía a  Miranda como un amigo de la infancia de su mamá. Él le dijo que vivía en una casa en Puerto Nuevo con un apartamento arriba, que ella podría alquilar. También le dijo que él planificaba comprar un carrito de “hot dogs” y que podía emplearla atendiéndolo. “Yo dije, pues, bingo, Dios me alumbró. Voy a tener un sitio para mí y para mis hijos”, cuenta Xiomara.

Ella dice que lo único que sabía de Miranda es que era amigo de la infancia de su madre. Eso le hizo sentir, dice, que era de confiar.

Se equivocó rotundamente. Tan pronto llegó, dice ella, Miranda le reveló su verdadera naturaleza.

El hombre se dedicaba a vender películas pirateadas y a preparar documentación falsa para indocumentados. Le quitó el celular porque nadie podía saber que ella vivía con él. La agredía. Al cabo de una semana, vino la peor de todas las agresiones: la violó.

“No entiendo por qué la gente dice que él era mi pareja. Yo nunca dije que él era mi pareja y nunca fue mi pareja”, dice ella.  “Por una semana él me dejó tranquila, pero no pudo más na’”, cuenta Xiomara, sobre la primera agresión sexual.

Xiomara dice que estaba virtualmente secuestrada, sin recursos para irse, incomunicada de cualquier persona que pudiera ayudarla, temiéndole mucho al hombre con el que había terminado viviendo casi sin saber cómo. Tenía vecinos, pero todos eran amistades de Miranda.

El 12 de diciembre de 2012, a las 6:00 de la mañana, Miranda despertó a Xiomara sacudiéndole un pie. El hombre tenía al bebé muerto al hombro “y estaba diciéndome que yo había matado al bebé”.

“Él me dijo que no se podía llamar a la Policía. Primero, que no iban a creer de cómo había muerto el bebé. Y yo le digo: ¿y cómo es que murió el bebé? Porque hay que llamar a los guardias como quiera. Y él me dice que no se puede llamar a los guardias. Él se sienta y me dice vamos a ver qué vamos a hacer con el cuerpecito del bebé. ‘¿Qué vamos a hacer con el cuerpecito del bebé? Es mi hijo, tú no puedes hablar así de él’. Cuando me voy a alterar, el suelta el bebé en la orilla de la cama y me espeta a mí en la cama para que me callara”, cuenta Xiomara.

Ella dice que quedó en shock. “Me dio mucho miedo porque todavía tenía a mi hijo mayor. Varias veces me pasó una escena por la mente de matarlo a él, pero después decía: ‘¿y si fallo y me mata a mí o a mi otro hijo?’ No podía hacer nada”, dice ella.

Xiomara dice que para ella la muerte del bebé podía haber sido natural, pero la cara de preocupación de Miranda le dijo desde el primer momento que él era el responsable.

Según Xiomara, Miranda la encerró a ella y a su hijo mayor en el cuarto, de donde no volvieron a salir hasta casi una semana después. Hubo versiones de que en la casa hubo una fiesta en esos días. Ella dice que lo que ocurrió es que Miranda puso música alta mientras cocinaba.

Escapa hacia la cárcel

El 18 de diciembre, Xiomara salió cautelosamente del cuarto. Se percató de que él no estaba, pero había dejado tres teléfonos celulares sobre la mesa. Ella no sabe por qué él hizo eso. Cree que él no pensaba que ella podía delatarlo. De uno de los teléfonos hizo la llamada al 911.

En pocos minutos, la casa se había llenado de policías. Miranda fue arrestado en otra casa a la que estaba mudándose. Xiomara dice que fue en ese momento en que se enteró de que él tenía pendiente una acusación federal de narcotráfico por la que no había respondido.

Según Xiomara, al ser interrogada los oficiales le dijeron que Miranda la había culpado a ella y hasta prepararon una declaración con el relato del bebé ahogado con leche y viandas que le dieron a firmar.

“Él dice que él era el que estaba durmiendo y que yo había hecho esto y esto y esto con el nene. ¿Si estaba durmiendo cómo sabe que yo había hecho eso al bebé? ¿Cómo tú vas a contar una historia si tú estabas durmiendo y no sabes? Él da una historia que a mí me da a entender que él hizo eso”, dice Xiomara.

Ella firmó la declaración culpándose de la muerte. “Yo de verdad que no sabía qué hacer. Me encontraba nerviosa, asustada, no sabía qué hacer. Yo no sabía nada. Yo solo quería que alguien se hiciera cargo de mi hijo mayor”, relata Xiomara.

¿Por qué confesaste algo que según tú no hiciste?, se le pregunta. “Yo no confesé, yo solamente escribí lo que me había dicho el agente”, responde Xiomara, quien  también aceptó su culpa en la corte.

Miranda se declaró culpable de encubrimiento por no haber denunciado la muerte del bebé y fue apresado por los federales por el caso pendiente de narcotráfico. Fue sentenciado a cinco años  por encubrimiento y destrucción de evidencia.

Xiomara insiste aún en que es inocente. Hace poco escribió a una abogada contándole su caso, con la esperanza de que se reabra la investigación. No ha recibido respuesta.

De su hijo mayor, que ahora tiene ocho años, no sabe nada. Se le quitó la patria potestad y no sabe qué ha sido de él.

En la cárcel,  Xiomara sabe que es muy difícil que alguien crea ahora su versión de los hechos.

“Sé que me equivoqué en muchas cosas, pero yo no debería de cumplir 99 años, porque no fui yo la que lo hice. Siempre lo he dicho y donde quiera lo voy a decir: debería cumplir por madre irresponsable, por irme con una persona que yo no sé ni quién era, por poner a mis hijos en riesgo, lo cual ya uno pagó las consecuencias”, afirma.

(Por: Benjamín Torres Gotay)

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