Festival ecuatoriano en el MetLife para Copa América

Tarde de domingo con un sol amistoso y feliz que puso una temperatura ideal para la fiesta del fútbol. El día en el que los ecuatorianos convirtiron la zona de aparcadero del MetLife en una gigantezca explanada vestida de amarillo para prender una candente fiesta y darle a la Tricolor de la mitad del mundo es plus que de energía y buena vibra para ganar el partido que necesitan ganar los hombres de Gustavo Quinteros.

Jorge es de Guayaquil y Clarita de Quito. Fernando es de Manta y Danny de Portoviejo. Había representación de todos los confines de Ecuador. Lo común, más allá de la camiseta amarilla y la alegría en sus caras, es la preferencia por Antonio Valencia.

“Toño, Toño, Toño”. Es el grito ensordecedor cuando se les pregunta cuál es el jugador que debe resultar crucial para regalarle una alegría gigante a los ecuatorianos en un día de esos en el que se cruzan el aquí y el ahora.

Nada mejor que el optimismo para atajar los nervios y Roger García quien es parte de un grupo explosivo de aquellos fanáticos de cuerpo y alma no se guarda nada.

“Va a ganar Ecuador porque es mejor… Somos mejores que Haití y todo lo que tenemos que hacer es ganar”, dice.

¿Cuál es el hombre clave para una gran victoria de Ecuador?

“Los Valencia. Enner y Antonio”, grita convencido.

Es mitad de tarde y en la medida en que se aproxima la hora de la partido asoman más los nervios. Se expresan con bailes con cantos ruidosos o con un baño de optimismo. Tal es el caso de Edison Tomalá, seguidor furibundo de Barcelona de Guayaquil, su tierra nativa, y quien no sólo está seguro de la victoria frente a Haití sino del paso firme de la Tricolor en esta Copa América Centenario.

“Pasamos a la siguiente ronda y también pasamos sobre Estados Unidos en cuartos de final”, dice convencido.

¿Ecuador llegará a Semifinales?

“Vamos a llegar. Si fuera Colombia sería más difícil, pero a EEUU le podemos ganar”.

Comen y beben con gusto. Bailan y gritan. Matan los nervios.

Otros se refugian en la familia como Rolando Alvarado, un hombre que manejó cuatro horas desde Syracuse, al norte de Nueva York, para venir con su esposa Valery y sus dos hijos, Leandro de cinco añitos y Lydia de tres.
Los cuatro visten la tricolor.

“Es una oportunidad de enseñarles los valores de mi país y que entiendan nuestra cultura”, dice Alvarado cuya esposa estadounidense parece tan comprometida en la causa como cualquier ecuatoriano.

Mientras un trío de jovencitas se goza la tarde en el MetLife cosechando piropos y halagos de los caballeros. Son Brenda García, Kayla Quinto y Angie Cadena.

“Soy Mexicana, pero vengo a apoyar a mis amigas”, dice Brenda.

Kayla es de Guayaquil y Angie de Quito, pero hoy no hay guerra entre costeños y serranos.

Hoy, Ecuador es uno solo y mira hacia un mismo objetivo.

“Somos muy buenas amigas”, insiste Angie.

Hay viejos y jóvenes. Hay conocedores del fútbol que quieren explicarle a Quinteros como ganar el partido.

David Siguenza, de familia de Cuenca es ecuatoriano nacido en Nueva York y a quien se le dificulta el idioma de Cervantes tendrá doce años, pero tiene claro cual es el reto.

“Ecuador ganará 4-1”, afirma. “Y la figura del partido va a ser Antonio Valencia”.
Se nos va la tarde y el coloso del Meadowlands ya marca más de la mitad de su aforo.

Los haitianos, un minoría discreta y silenciosa toman su lugar y a una hora del pitazo inicial la fiesta ya se movió de la explanada de los aparcaderos a la gradería.

Ganar y esperar como quedan Brasil y Perú para conocer su suerte. Es la suerte que le tocó a Ecuador.

Los deberes de ellos: ganarle a Haití parece cosa de esperar noventa minutos.