Editorial: La culpa no es de los medios

El trabajo de los periodistas es cuestionar las afirmaciones de los candidatos

Donald Trump.

Donald Trump. Crédito: Matt Mills McKnight | Getty Images

Cuando el virtual candidato republicano a la presidencia, Donald Trump, reveló sus contribuciones a organizaciones que ayudan a los veteranos, el magnate lanzó fuertes críticas a los medios de comunicación e insultos personales a varios periodistas presentes. El millonario se quejó indignado porque dudaban de su buena fe y no le permitían hacer una buena acción de una manera más anónima.

El perfil bajo en su manera de actuar no es una de las características de Trump. Su estilo lleno de alabanzas así mismo y una retórica en la que sobresalen las vaguedades y las exageraciones más increíbles contribuyen a que los medios vean con desconfianza muchas de sus afirmaciones. En especial cuando hay confusiones, como ocurrió dentro de la campaña de Trump, con los fondos recaudados y donaciones a los veteranos de guerra.

En realidad, si alguien se ha beneficiado de la cobertura de los medios en este ciclo electoral es el mismo Trump. En principio se le dio una atención y un espacio inusual, ya que diferencia de sus rivales, el millonario es una celebridad tanto televisiva como del mundo de la farándula neoyorquina en donde por treinta años los chismes, escándalos matrimoniales y aventuras y desventuras empresariales son la comidilla de la Gran Manzana.

Más tarde, cuando fue ganando espacio en las encuestas y en las urnas, el fenómeno político Trump fue el que se llevó su atención. Pero al tener a Trump desde un teléfono, dando un discurso electoral o en debate los medios de comunicación se beneficiaron de la alta audiencia atraída al impredecible espectáculo de qué dirá Trump. Los medios ayudaron al crecimiento dándole un escenario que no se otorgó a ningún otro candidato.

Por eso son injustas las críticas de Trump a los medios. En este caso en parte es un conocido ardid conservador el acusar a la prensa “liberal” de persecución, de ser una víctima; otra parte  es el carácter del candidato que no tolera ni acepta cuestionamiento sin insultar a quien lo hace.

El deber de los medios es cuestionar a los candidatos a la presidencia para que los votantes  sepan lo máximo posible sobre esa persona a la hora decidir su voto. Para los candidatos, desacostumbrados a esta dinámica, es un proceso de transparencia al que deben acostumbrarse porque la Casa Blanca no es sitio para autoritarios.

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