La dura historia de una niña que escapó de Corea del Norte

Se vio obligada a cruzar ríos helados y desiertos, llegando incluso a ser vendida por traficantes de personas en China

Yeonmi Park escapó de Corea del Norte cuando tenía apenas 13 años.

Se vio obligada a cruzar ríos helados y desiertos, llegando incluso a ser vendida por traficantes de personas en China.

Ahora Park, quien actualmente vive y estudia en Estados Unidos, le ha contado a la BBC la experiencia de su huida hace casi una década y qué fue lo que la llevó a dejar Corea del Norte, uno de los países más herméticos del mundo.


Escapé en 2007 a China con mi madre, atravesando un río helado con el riesgo de que fuéramos tiroteadas.

Cuando estaba en Corea del Norte, lo único que quería era tener algo para comer. No había manera de sobrevivir allá. Por suerte vivía en la frontera, así que veía las luces en el lado chino y pensaba que si lograba llegar a China podría encontrar alimento.

En Corea del Norte no tenemos internet. Sólo hay un canal de televisión y no existen las revistas.

Mi madre y yo no sabíamos qué nos encontraríamos al escapar. Cruzamos el río helado y caímos en manos de traficantes de personas en China.

Intento de suicidio

Tras cruzar el río violaron a mi madre delante de mí. Nos separaron y nos vendieron a dos granjeros chinos de forma separada.

A mi madre la vendieron por US$55 y por mí pagaron US$200.

Esto es muy común. Cuando los norcoreanos escapan a China, el gobierno no nos considera refugiados y tampoco nos ayuda a llegar a Corea del Sur.

Yeomi creció en una población al norte del país, lo que le permitía ver las luces en el lado chino y soñar con la comida.

En lugar de ello nos capturan y devuelven a Corea del Norte, a pesar de que saben que allá seremos castigados o ejecutados.

Por eso, quienes escapan de Corea del Norte son muy vulnerables y los chinos lo saben y se aprovechan.

Cuando me vendieron al granjero y me separaron de mi madre, intenté suicidarme. Pero el granjero me dijo que si me convertía en su amante lograría reencontrarme con mi madre y traer a mi padre de Corea del Norte.

Y cumplió su promesa.

Tras pasar cinco años allí, hace poco vine a Estados Unidos, donde estoy estudiando en la Universidad de Columbia en Nueva York.

Me gustaría volver algún día a mi país, pero eso no quiere decir que eche de menos al régimen o el sistema.

“Lavado de cerebro”

Crecí en el norte de Corea del Norte. A mi padre lo detuvieron por trabajar en el mercado negro, así que tuve que mudarme al centro del país y también visité (la capital) Pyongyang.

Fui a la escuela varios años y sólo supe de la existencia de unos pocos países en el mundo. Nunca había escuchado hablar de internet.

Todo lo que sabía era sobre los “maditos estadounidenses”. Así los llamaban.

Intentan lavarte el cerebro todo el tiempo. Tenía la imagen de los malditos estadounidenses con nariz muy grande y ojos azules, verdaderos monstruos.

Nunca supe que Corea del Sur era un país libre. Pensaba que había sido colonizado por EE.UU. y que los soldados estadounidenses violaban a las mujeres y a los niños, asesinaban a la gente.

Pensaba que era el peor lugar del mundo.

Amor prohibido

El punto de inflexión en mi vida fue cuando vi la película “Titanic”. Jamás había visto algo así en mi vida, porque nunca se ven historias de amor en Corea del Norte.

El amor es considerado algo vergonzoso allá, nunca hablamos de eso.

No hay canciones, películas o novelas sobre el amor, así que no podía creer cuando vi “Titanic” que alguien pudiera hacer una película sobre algo tan vergonzoso, y cómo podía ser que alguien muriera por amor y no por el régimen.

Eso fue una revolución en mi vida; me dio una primera idea sobre la libertad.

En Corea del Norte sabemos que los estadounidenses son más ricos que nosotros, pero como en la novela “1984” de George Orwell, la gente en la calle sigue pensando que viven en el mejor país del mundo.

Ese libro explica todo lo que me pasó en mi psicología.

Yeonmi hace poco publicó un libro sobre su experiencia titulado “In Order to Live”. Actualmente estudia en la Universidad de Columbia en Nueva York.

Cuando (el ex líder norcoreano) Kim Jong-il murió (en 2011), vivía en Corea del Sur con mi madre y no podíamos creerlo.

Mi madre me dijo: cómo podía ser que dios muriera, ¡y vivíamos en Corea del Sur!

En Corea del Norte no creen que haya muerto.

Están convencidos que su espíritu vive entre nosotros, como Jesús, y que lee nuestras mentes y sabe todo lo que hacemos, como en la película “El show de Truman”.

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