El problema de la candidatura de Marco Rubio

El respaldo del establishment republicano al senador de Florida es un indicio de la desesperación que causa la popularida de Trump

Presidential Candidate Sen. Marco Rubio (R-FL) Holds NH Primary Night Party

Crédito: Chip Somodevilla | Getty

La selección del senador Marco Rubio como la apuesta del establishment republicano para ganar primero la nominación presidencial y luego la Casa Blanca, es un acto de desesperación ante la popularidad del millonario Donald Trump y la cruzada evangélica lanzada por el senador Ted Cruz. Después de las primarias de Iowa y New Hampshire, está quedando a la vista que el joven senador de Florida puede ser atractivo en los papeles, pero – al menos ahora – no está a la altura de la contienda.

Rubio está en lo correcto al presentarse como una opción unificadora entre las facciones que hoy dividen a los republicanos entre populistas a la Trump y moderados del establishment  como el exgobernador Jeb Bush. Los grandes problemas de Bush para cristalizar su favoritismo dentro de la estructura partidaria le abrieron la puerta a Rubio para ser el elegido, especialmente después del respaldo del financista republicano de Wall Street, Paul Singer. Aunque su marcha y contramarcha en el tema de la inmigración le ha costado tanto el respaldo del Tea Party como toda posibilidad de recibir el voto latino inmigrante.

El problema que tuvo Rubio en el último debate, donde hizo el ridículo repitiéndose tres veces cuando lo criticaban por repetirse, pone en duda su capacidad de improvisar, o pensar bajo presión sin tener que recurrir a los latiguillos de campaña. Como Rubio no tiene muchos logros de que hablar el disco rayado es sobre el mal que deliberadamente quiere causar Obama a la nación. Ya se vió porque es uno de los precandidatos presidenciales más cuidados en su contacto con los medios.

También mostró en los debates una arrogancia desatinada al compararse una vez con el senador John McCain, en cuanto a su ausencia en los votos del Senado y después al vicepresidente Joe Biden. El gobernador Chris Christie no le dejó pasar a Rubio la comparación con Biden, en cambio Bush no reaccionó con lo de McCain. Pero quedó en claro en ese debate la desubicación del senador primerizo de Florida para compararse con dos legisladores que han tenido un larga y experimentada carrera en el Senado.

Lo último es comparable al momento en 1988, en que el entonces candidato a la vicepresidencia, Dan Quayle, se comparó con el ex senador y presidente John Kennedy arrollado por su rival demócrata Lloyd Bentsen quien le recordó que él sí conoció a Kennedy “usted, Quayle, no es Kennedy”.  Si lo de Quayle como candidato a vicepresidente fue risueño, lo de Rubio como aspirante a la Casa Blanca es descalificador por lo soberbio.

Lo único que ha destacado Rubio como candidato es por su discurso disciplinado y haber insistido en el mismo mensaje, lo que en la jerga política significa no desviarse ni permitir que lo desvíen de lo que quiere comunicar. La habilidad del político serio, con peso específico, es su capacidad de usar el conocimiento y experiencia para hacerlo de un manera natural. A Rubio le queda grande este papel.

Después de los debates, de las asambleas de Iowa y la primaria de New Hampshire, se siente que el nivel desesperación del establishment republicano ante la posibilidad de que Trump se alce con la nominación. El respaldo a Rubio como una opción a Trump es otra señal de lo grave de la situación partidaria.

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