Aparte de una película, “El Chapo” también quería un libro de memorias

La vanidad y sus propias debilidades llevaron a la tercera captura de Joaquín Guzmán Loera. Pero, además, el capo se volvió predecible: sexo, armas, túneles, puertas falsas, mayor comodidad… Y mucho descuido con las telecomunicaciones

Imagen de supuesta recaptura de "El Chapo".

Imagen de supuesta recaptura de "El Chapo". Crédito: Twitter

Su fuga espectacular, por un túnel de un kilómetro y medio con alumbrado y una moto adaptada a rieles, no le fue suficiente. Joaquín “El Chapo” Guzmán Loera, el narcotraficante más notorio y buscado del mundo, quiso más. Y eso lo llevó a su captura.

Quiso un libro biográfico, y contactó a un periodista nada menos que de The New Yorker para que se la escribiera. Quería escribir su libro de memorias, de acuerdo con Patrick Radden Keefe. En 2014, un abogado de la familia Guzmán pidió Keefe, quien en dos ocasiones había escrito un artículo sobre Guzmán, colaborar con el capo en su libro. Keefe dijo que no, por temor a repercusiones legales.

“Yo había escrito dos artículos largos sobre Guzmán y había pasado días entrevistando a exempleados del Cartel [de Sinaloa] que habían trabajado para él y oficiales de policía que lo habían cazado. Pero esta era la oportunidad de escuchar la historia de Guzmán en sus propias palabras”, narra Keefe en The New Yorker. “Terminé diciendo que no. Mi disposición probablemente hubiera sido ilegal: al ayudar de alguna manera con un libro de memorias, podría haber entrado en conflicto con el Departamento del Tesoro de Estados Unidos, que había decretado sanciones contra Guzmán y su organización en virtud de la llamada Ley Kingpin. Pero también me preocupaba que todo el escenario se sentía como el Acto I de un thriller en el que el desgraciado redactor de la revista, cegado por su deseo de una primicia, no necesariamente sobreviviría al Acto II. Tratando de ser lo más discreto posible, dije al abogado que ‘incluso bajo las mejores circunstancias, la relación entre el escritor fantasma y el sujeto puede de vez en cuando… desgarradora”.

Patrick Radden Keefe agrega en un texto publicado en The New Yorker: “El libro de memorias promedio es un ejercicio de vanidad, y mi verdadera preocupación era que nuestros respectivos imperativos, entrando en una sociedad tal, serían imposibles de conciliar. Durante los años que estuvo libre, y generalmente invisible tanto para la policía como para el público, el ser humano real llamado Joaquín Guzmán había sido completamente subsumido por el inalcanzable, proscrito, romántico, invencible ‘El Chapo’. Parecía que había pocas posibilidades de que el capo de la droga, o sus ayudantes, quisieran que escribiera con cualquier grado de precisión sobre el hombre en sí mismo, cuando el mito era tan potente y tan ampliamente aceptado”.

Y luego, una perla sobre el mito capturado vivo:

“El mito de ‘El Chapo’ está claramente vivo y bien, incluso cuando su propia conducta parecería socavarlo. Después de la detención del viernes, hablé con Carl Pike, un recientemente retirado agente de la DEA que pasó años persiguiendo a ‘El Chapo’. ‘Siempre ha jugado el ángulo de tipo rudo’, dijo Pike. ‘Pero cuando llegó la hora, dejó que cinco de sus propios chicos murieran tratando de protegerlo, y a continuación se entregó sin luchar’. Guzmán había dicho a la gente, a lo largo de los años, que nunca permitiría ser tomado con vida. ‘Fue todo pura mierda’, dijo Pike. Cuando hablé con un exempleado de Guzmán, un traficante convicto que traficaba drogas a través de la frontera con Texas, estaba menos sorprendido por la rendición de ‘El Chapo’. ‘Déjame decirte algo, hombre. Nadie quiere morir’, dijo”.

MÁS, MÁS, MÁS

Como se sabe ahora, no sólo era un libro biográfico lo que “El Chapo” buscaba. Quería su película y para ello contactó a Sean Penn y a Kate del Castillo.

También quiso regresar a la ciudad y abandonar las sierras que lo protegían, quizás harto de la incomodidad de andar a salto de mata. Y una vez en Los Mochis, no quiso privarse de los placeres a los que estaba acostumbrado antes de caer preso por segunda vez.

Cuando los 17 marinos de la Unidad de Operaciones Especiales de la Marina Armada de México entraron a donde fue su último refugio, encontró mujeres, además de pistoleros. Y halló más. Cuenta Carlos Loret de Mola en su blog:

“En la casa quedaron los boquetes que son registro del poderío del armamento. Rastros de pólvora en columnas, paredes, techo, puertas. Cristales estallados en ventanas y electrodomésticos. Comida tirada y salsas que parecen sangre. Sangre de verdad también. Cajas de balas y celulares de los más caros y de los más simples. Escapularios y estampas religiosas. Ropa y cosméticos, artículos de aseo personal. Moronas de pan y galletas. Dulces, uno de los vicios del Chapo Guzmán. Tintes para barba y bigote. Testosterona inyectable, jeringas, antibióticos, desinflamatorios, una nota de farmacia por más de 4 mil pesos en medicinas para mejorar el rendimiento sexual. Y cuatro dvds con La Reina del Sur, la serie de televisión sobre narcos que protagoniza Kate del Castillo”.

Además, “El Chapo” confió demasiado en su ingenio para escapar en ocasiones anteriores: túneles, puertas falsas y puertas blindadas, drenajes, pasadizos. Y muchas armas. Eso se sabe ahora que la Marina ha dado acceso a la fortaleza en un tour al que fueron invitados 400 periodistas mexicanos y extranjeros.

Loret de Mola: “Los marinos fueron triplemente sorprendidos: no calcularon que los del Chapo fueran tantos, con tan buen adiestramiento y con tan letal equipo. Esperaban cinco elementos, fueron quince. Esperaron sicarios comunes, estaban bien entrenados en el manejo de armas. Esperaron cuernos de chivo y R-15, y las había, pero también granadas, tres metralletas Barret calibre .50 y dos lanzacohetes RPG de fabricación rusa”.

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El periodista agrega que la información de inteligencia les señalaba que “la casa seguro tendría túnel y que éste no estaría bajo la tina —como aquel de Culiacán hace dos años— sino en el refri. En efecto. Había un hoyo bajo el electrodoméstico, pero tan pequeño que no cabría nadie. Uno de los detenidos, identificado como especialista en túneles, fue interrogado en el lugar: se mantuvo fiel a su jefe, les dijo que no habían alcanzado a terminar el túnel. Era otro engaño. Los marinos buscaron en todos los espacios, hasta que hora y media después notaron que la pared detrás de un clóset del vestidor era en realidad una puerta. La abrieron a golpes con un mazo. Descubrieron más tarde que, escondida en el foco del techo, tenía una palanca como de cofre de coche que ‘la botaba’”.

“El Chapo” se había vuelto predecible.

Loret cuenta este diálogo:

“���Se te terminaron tus seis meses de vacaciones –dijo el jefe del grupo élite de la Marina cuando finalmente lo tuvo sometido, el mismo que lo capturó en 2014.

“–Sí, se me terminaron las vacaciones –aceptó el Chapo Guzmán”.

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