El gigante de 2.21 metros que quiere romper el prejuicio del “fenómeno” en la NBA

El pivote más dominante del básquet europeo, Boban Marjanovic desechó contratos millonarios para cumplir su sueño de jugar en la liga de los EEUU

Cando Boban Marjanovic camina las calles de San Antonio se convierte en el epicentro para fanáticos que asombrados por su silueta se acercan a él. “Eres muy alto”, le advierten y él replica, irónico, que su interlocutor es el primero en percatarse. Envalentonado, el hincha saca pecho orgulloso de su descubrimiento pero le resulta curioso que nadie, nunca jamás en sus 27 años, hubiera notado su eminente estatura. El curioso dispara un nuevo interrogante que lanza automáticamente como repregunta. Entre risas, Boban responde: “No, era un chiste”.

Reconocer a Boban en una ciudad que apenas promedia 1.75m de altura por hombre no es una tarea que demande demasiada perspicacia porque sus 221 centímetros se convierten en un faro automático para los cientos de fisgones que se acercan a él cada día. Boban edifica un centro de atracción instantáneo con cada paso que da, cuando sale de compras al popular supermercado HEB o cuando espera a un costado del parquet para defender la camiseta de los Spurs. Boban es alto incluso para los altos como Tim Duncan: “Me dijeron que era grande pero cuando lo vi, y vi cómo se mueve con esa altura, me pareció impresionante”.

De lejos cautiva su figura pero en una inspección más detallada son sus orejas, similares a las de un elfo, quienes asumen el rol protagónico no solo por su tamaño sino por la aglutinación del lóbulo a la cabeza. Sus manos recorrieron las redes sociales cuando se despidió de una entrevista postpartido ante un periodista de Fox que más tarde confesaría que sintió como “cuando le toco la mano a un bebé de tres meses”. Boban tiene la fisonomía de un trol, un gigante de aspecto tosco que pesa 132 kilos distribuidos en un cuerpo escultural. Hollywood bien podría haberlo contratado para interpretar algún papel de reparto en alguna de sus superproducciones de la edad media.

Sus movimientos tienden a la torpeza. Su andar es cansino, sus estiramientos en un vestuario que apenas alcanza a cobijarlo son esforzados y resulta sumamente cómico verlo maniobrar con sus manos titánicas una toalla para él minúscula que apenas alcanza a resguardar sus partes más íntimas. Pero su torpeza es aparente y se limita únicamente a sus aventuras en un mundo que no está diseñado para hombres como él. Porque Boban, el mismo que se viste y se calza con artículos construidos a medida, se transforma automáticamente cuando entra a una cancha de básquet. Es esa agilidad, inusitada en jugadores de tamaña envergadura, la que captó la atención de un equipo dispuesto a darle una segunda oportunidad: ninguna franquicia eligió a Marjanovic en el Draft de la temporada 2010.

Su matriz exótica despertó automáticamente el cariño de una hinchada que lo adoptó como uno de sus favoritos. Es que Boban desembarcó en la NBA como si fuera un King Kong moderno, querible por esa sensación de soledad que parecen encerrar quienes deben ingeniárselas para adaptar su tamaño a un universo para enanos. Cuando se presentó con toda su inmensidad nadie imaginó que podría convertirse en nada más que un fenómeno de ocasión. Es por eso que, tal vez por cierta piedad enmascarada de ovación, las gradas del AT&T Center estallaron desde su primera volcada.

Pero Boban, quien firmó contrato con uno de los planteles candidatos al anillo a cambio de 1.25 millones de dólares anuales para “cumplir un sueño que tenía desde chico”, demostró en menos de veinte partidos el potencial que lo convirtió en el pivote más dominante del básquet europeo y que motivó la decisión de Gregg Popovich de sumarlo a su plantel. Pop, con recursos limitados después de la contratación de LaMarcus Aldridge, creyó en él para convertirlo en el único suplente natural del legendario Duncan mientras el mundo veía en Marjanovic a un nuevo engendro.

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Casi sin acción durante sus primeras semanas, Popovich lo envió a los Austin Spurs para que sumara minutos porque “necesita jugar, no solo sentarse a vernos cada noche”. Si bien parecía un retroceso en su sueño americano, Boban no solo descolló en el equipo afiliado que participa de la liga de desarrollo con una producción integral (25 puntos y 11 rebotes como promedio tras dos partidos) sino que llamó la atención de los medios por romper uno de los aros tras una volcada. Días más tarde repetiría una acción similar en la paliza frente a Philadelphia 76ers donde anotó 18 unidades: “Aquí los aros son de mejor calidad”, bromeó.

Con mayor protagonismo en la rotación, durante sus últimas actuaciones demostró que su genética no es su única virtud. Frente a Denver Nuggets encestó los ocho libres que lanzó y Tony Parker confesó que “es uno de los mejores tiradores del equipo”. Contra Minnesota Timberwolves convirtió sus siete tiros de cancha, marcó 17 puntos y el base español Ricky Rubio se rindió no solo ante su poderío sino también ante su talento y agilidad. Frente a Phoenix Suns se convirtió en el primer jugador en la historia de la franquicia en capturar 12 rebotes en menos de 15 minutos. Danny Green, escolta titular, lo comparó con Manu Ginóbili por su capacidad para asistir tras una práctica.

Boban es también Bobi, un niño aún incrédulo que disfruta su sueño con una sonrisa dibujada en su cara, de relatos graciosos que ha conquistado al vestuario con sus travesuras y un rap que mezcla la tradición estadounidense y su acento serbio. Su esfuerzo y su deseo encomiable de ser útil para el equipo van de la mano con el ADN histórico de los solidarios Spurs.

Ese cúmulo de argumentos acrecientan un rumor cada vez más resonante en un mundo que pasó de reírse con el cuerpo de Boban a endiosarlo: Popovich parece haber encontrado otra vez una ganga en terreno inexplorado que resultará prolífica para sus intereses.

Frente a Phoenix Suns, sobre el final del último cuarto en un partido que San Antonio había liquidado sacando veinte puntos de ventaja en el primer cuarto, Boban fue a la línea a lanzar dos libres. Apenas un puñado de quienes aún no se habían retirado a buscar su auto para impedir el atascamiento post partido, se animaron a gritar “MVP” mientras tiraba. En otros tiempos dedicado a Duncan, Parker, Ginóbili y ahora trasladado a Kawhi Leonard, el canto pide por un determinado jugador local que ha hecho méritos suficientes para consagrarse como el jugador más valioso de la temporada. Leonard, principal enemigo de Stephen Curry, los ha cosechado. Para Marjanovic, quien recién está adaptándose al equipo, pareció una burla más aunque él disfruta hacer vibrar los cimientos del estadio con cada intervención: “Es algo que disfruto mucho, me hace sentir muy bien, sentir el cariño de los hinchas, es algo que me encanta” revela en un inglés cada vez menos forzado.

Tutelado por Duncan y aún incrédulo porque “uno de los mejores jugadores del planeta esté dándome consejos”, el hombre que tiene como fondo de pantalla en su iPhone una foto junto al tenista Novak Djokovic aún está en período de adaptación. “Tiene un gran potencial pero como me pasó a mi, a Oberto y a Splitter tiene que acostumbrarse a la velocidad del juego, al sistema, a todo” explica Manu Ginóbili.

Con entrevistas atentamente supervisadas por el equipo de prensa, un vestuario que lo integró a su familia y un Popovich que lo cuida como a un hijo más, Boban crece a pasos agigantados, dominante en la zona pintada y con un tiro cada vez más eficiente desde media distancia. Con “un gran deseo de adaptarse, preocupado por el trabajo individual y absorbiendo conceptos como una esponja”, tal como lo describiera Messina, Boban Marjanovic sigue sumando recursos a su repertorio para despegarse definitivamente de la etiqueta de fenómeno: en la previa del partido frente a Minnesota se lo vio lanzando más de una decena de triples desde uno de los vértices del perímetro y apenas falló uno.

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