Hell’s Kitchen, más cielo que infierno (fotos)

Bastión puertorriqueño, irlandés y negro en Manhattan transformado por la gentrificación

El Port Authority, en la zona de Hell's Kitchen, es punto de entrada de miles de personas que llegan a Nueva York.

El Port Authority, en la zona de Hell's Kitchen, es punto de entrada de miles de personas que llegan a Nueva York. Crédito: Gerardo Romo / EDLP

@JoaquinBotero

Todos tenemos que ver con Hell’s Kitchen: si llegamos en tren a Penn Station o en un bus a Port Authority, el barrio nos recibe a la salida. Quizás sea la primera imagen que muchos tengan de la gran ciudad. Sus gentes son aceleradas, impacientes, todos corren: el viajero, el oficinista, el negociante o empleado que trabaja o vive allí y no se detiene. Y pocos vecindarios de la ciudad han experimentado una transformación más acelerada que la de Hell´s Kitchen en los últimos veinte años.

Va de la calle 34 hasta la 59 y de la Octava Avenida hasta el río Hudson.

Dice la leyenda que el nombre surgió de una famosa pandilla que dominaba el área en 1860. Otra creencia apunta a que un policía novato le comentó a su compañero más experimentado por la misma época que la zona era como el mismo infierno.

“Infierno es una temperatura templada, esta es la cocina del infierno”, respondió.

Una reservada pareja de ecuatorianos que vende helados callejeros en la esquina de la calle 50 con la Novena Avenida, lleva treinta y cinco años en la zona. Recuerdan que, cuando llegaron, había muchos más hispanos, principalmente puertorriqueños. “Y mucho menos comercio. La Novena era muy callada. Pero robaban, era peligroso. Hace diez años nos tuvimos que mudar porque tumbaron el edificio. Ahora vivimos en Nueva Jersey”, dijo el hombre, nativo de Cuenca.

La gentrificación llegó con fuerza en los últimos 15 años, aunque sobreviven edificios de renta controlada y otros de la Autoridad de Vivienda, entre las calles 54 y 56 y las avenidas Décima y Undécima. Varias décadas de puja inmobiliaria y rezonificación han llevado a la multiplicación de los edificios y hoteles de lujo. No sorprende ver tantas lavanderías de ropa en seco, una muestra de la alta cantidad de ejecutivos que habitan el sector.

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Pero el mayor efecto de la gentrificación se observa en el esfuerzo de mercadeo de los agentes de bienes raíces por rebautizar al barrio. En lugar del incendiario nombre, lo llaman Clinton, en homenaje al exgobernador del estado DeWitt Clinton (1769- 1828), o Midtown West.

Diego Osorio (41), de Pereira, Colombia, lleva 15 años estacionando autos en un parqueadero en la 40, entre la Décima y la Undécima. “Mis clientes son oficinistas o negociantes del cercano “Distrito de la Moda”, gente que ama más su auto que el metro. He visto crecer todas estas construcciones nuevas”, dijo.

El dominicano Edward Peña (24) trabaja en el negocio de café sueco “Fika”, sobre la Décima con la calle 41. Fika significa una pausa para el café en el lenguaje nórdico. “Los clientes son turistas, sobre todo los que se hospedan en el hotel Yotel al lado, o la gente que va al Intrepid Museum. De la Novena para acá, se siente una ciudad diferente de la que está cerca de Times Square y la terminal de buses”.

La Novena Avenida, entre la 42 y la 57, ha experimentado una fascinante transformación los últimos 10 años. De un lado han crecido los restaurantes de comida llamada “étnica”, o sea asiática, hispana, mediterránea y africana, y alberga varios negocios de la comunidad gay.

La dominicana Dianne de Los Ángeles (25) trabaja desde hace cinco años en el restaurante mexicano Lime Jungle. “El barrio es muy activo a cualquier hora. Siempre hay residentes y turistas (…) todo tipo de gente”, dice.

Bienes raíces

Comprar

Estudios en edificios cooperativos promedian $500,000. Apartamentos cooperativos de una habitación fluctúan entre $375,000 hasta $700,000. Apartamentos de una habitación en edificios privados promedian $1,000,000. Apartamentos de dos habitaciones $1,300,000.

Cómo Llegar

Las líneas A y C tienen tres estaciones en el barrio. También pasan por los autobuses M11, M31, M34, M42 y M50.

Un restaurante

Al Horno Lean Mexican Kitchen. Restaurante de comida mexicana que se ubida en el 417 W. 47th St. Tel. (212) 977-1000.

Un negocio

Fika. Café sueco localizado en el 566 de la 10th Ave. y calle 41. Tel. (212) 239-0050.

Estación de policía

Cuartel Midtown North. 306 W 54th St. (212) 767-8400.

El crimen ha caído significativamente. Según estadísticas de la policía, en 2012, ocurrieron cuatro asesinatos, comparados con 11 en 1993. En 2012, hubo 123 robos, comparados con 1,388 en 1993. Hay 923 bares en el barrio comparados con 733 en el East Village.

Oficina de Correo

322 W. 52nd. St. (212)265-3672.

Bibliotecas Públicas

742 10th Ave. (212) 586-5098.

Historia

Los primeros colonizadores llamaron a la zona “Great Kill”. Se fabricaban carruajes y había granjas. Las caballerizas perduran. La construcción del Hudson River Railroad, en 1849, que se extendía hasta Poughkeepsie y Albany le dio mucha actividad comercial a la zona.

Después de la Guerra Civil, la población y los edificios crecieron en medio de la pobreza y las pandillas. Era el área más peligrosa de todo el continente. A mediados de 1950, la decadencia de los puertos y la construcción del Lincoln Tunnel contribuyó a su declive.

El proyecto de construcción más ambicioso del área, Hudson Yards Redevelopment Project, se espera que conste de 16 rascacielos con más de 12 millones de pies cuadrados de oficinas, viviendas y comercio. Allí terminará la extensión del tren 7, en la calle 34 y la Undécima Avenida.

Por su cercanía con Broadway, ha sido residencia de incontables celebridades antes y después de la fama: Burt Reynolds, Charlton Heston, James Dean, Madonna, Jerry Seinfeld, Alicia Keys, Sylvester Stallone, Mickey Rourke, Robert De Niro, Tom Hanks y Carmelo Anthony. Celia Cruz tuvo un apartamento en la calle 55.

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Ricardo J. Salazar/Chichigalpa, Nicaragua (43 años y 27 en Nueva York)

Salazar es actor y el asistente personal de Miriam Colón, fundadora y directora del Teatro Rodante Puertorriqueño, ubicado en la calle 47 entre Octava y Novena avenidas.

¿Cómo ha sido el pedazo de historia que le ha tocado?

El teatro fue fundado en 1967 por la señora Miriam Colón en una antigua estación de bomberos. La idea fue llevar teatro latino a los barrios con latinos. Es rodante porque vamos haciendo teatro no sólo acá, también en las calles y en los parques de Nueva York. Además en el área triestatal y Pennsylvania.

¿Cómo era hacer teatro hace veinte años?

Fue, es y seguirá siendo genial. La gente que no puede pagar un teatro, pues goza esto en su barrio. Ven algo colorido, dicen que es como televisión en vivo. Les llama atención la vestimenta, sobre todo cuando hacemos teatro clásico.

¿Los latinos apoyan el teatro?

Desafortunadamente, no. Siempre nos toca movernos en la búsqueda de público. Pero somos un ícono del teatro latino al igual que el Intar Theatre. A raíz de nosotros surgieron otras compañías como Repertorio Español, Thalía y Pregones. La cercanía con Broadway nos ha mantenido vigentes.

¿Qué cambios ha visto en el barrio?

Hace más de 17 años era peligroso y ahora es seguro. En ese entonces la renta me costaba $300. Pero ya ves cómo está todo de caro y comercial. Algunas personas han querido cambiar el nombre a Clinton, pero por fortuna nos hemos opuesto.

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